Portada Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos

Jugando con el Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos
de Federico González Frías

Mireia Valls

(final)

– ¿Qué ha sucedido? ¿Dónde hemos venido a parar? ¿Qué representa este nuevo escenario? Aunque no sé si algo ha cambiado me parece que sólo el matiz de la luz, ahora más concentrada, pues tú sigues con el mismo disfraz de siempre.

– Disfrazado o no, con este o aquel atuendo, lo cierto es que el diálogo interno entre el “yo” y el “otro” que estimula cada voz del diccionario, opera lo que en la alquimia espiritual se denomina transmutación, o sea una veraz revolución del alma que abre espacios de la conciencia olvidados, casi borrados, hasta que los nombras e invocas y se hacen presentes como auténticas cristalizaciones de ideas, de conceptos, de energías o dioses que pasan a ser la sustancia de tu vida cotidiana, universalizándola, pues con sus correrías organizan y desorganizan la trama invisible del Cosmos, tan precisa y armónica, aunque a veces se revista de aparente algarabía. Y tú actuando a la vez la comedia y la tragedia, perplejo con tanta paradoja, joda, furor, pasión e inspiración, y siempre templado por una Presencia innombrable que escapa a cualquier determinación.

– ¿Quieres decir que actúa como una comadrona, que ayuda a extraer de mí mismo eso que siempre he sido, soy y seré y que apenas recuerdo, distraído cómo estoy en mil banalidades?

– El y tú, comadrona-neonato, maestro-discípulo, padre-madre, son el sujeto activo y el objeto pasivo de esta misteriosa autogeneración del Ser en ti y viceversa, por lo que los papeles se intercambian, tal cual el trenzado de las serpientes del caduceo de Hermes, invirtiéndose las dos polaridades que siempre coinciden en el punto del que proceden y al que retornan: el Conocimiento en sí, único premio de este juego olímpico. O sea que sin tu entrega, la letra viva del diccionario es pura potencia y virtualidad, y sólo cuando lo abres con el intelecto se despliegan sus posibilidades: despierta, fecunda, engendra, pare, nutre, estimula, impulsa, eleva, inflama, proyecta, libera, y vuelve a recomenzar el ciclo en un nuevo cielo hasta el abrazo final con el Más allá, siempre presente e indestructible y a la vez esquivo e inasible.

– ¿No te parece oír por aquí cerca un discurso bien hilado? Acerquémonos a esas voces inmersas en profundas reflexiones.

– Ah, cuantos falsos guías de palabra fácil y hueca, pretenciosos y manipuladores que se creen poseedores de las almas de sus discípulos, atándolas a un poder pequeño e inquisitorial que los aplasta en el asfalto y no los deja volar. Ya me he encontrado con varias entradas del Diccionario que nombran sin complejos muchos de estos errores, como por ejemplo la de erudición.

ERUDICIÓN: La erudición para la Ciencia Sagrada suele ser una forma del saber distorsionada. La acumulación de datos, especificaciones, formas, fechas, y definiciones son artificios de esa ciencia de los que pretenden manipularla para ocultar la verdad. El erudito es un impostor, se hace pasar por aquél que conoce sin serlo. Gustan de la pompa, del orgullo, y de la imbecilidad en grado superlativo; poseen el aparato que circunda el punto central y lo toman por él gracias a una buena memoria lógica y repetitiva y a su falta de honestidad con respecto a los otros, de los que se creen separados y a quienes desprecian. Desde luego se trata del falso erudito, moneda corriente hoy en día, que circula en universidades, academias e instituciones como moneda sin precio. La verdadera Sabiduría a veces se alcanza por la erudición pero son casos mínimos, aislados, de lo que no dan cuenta ejemplar ni los filósofos presocráticos, ni Sócrates, ni el testimonio de Platón. Tampoco los sabios-chamanes de todos los pueblos arcaicos. De hecho, la erudición tal cual la conocemos existe después de la invención de la imprenta por Gutemberg y la fijación masiva de conocimientos en planchas tan pétreas como las lapidarias. El erudito cree que engañando a la muchedumbre va a ser admirado pero no sabe que se hace acreedor al más profundo desprecio por los hombres de Conocimiento. Marioneta más o menos moderna, recibe títulos y distinciones en entidades profanas, donde el rebuzno generalizado reina y donde todos creen que es más importante la universidad (profana) que el saber.

El sabio auténtico no necesita de la erudición y aunque pueda haber sido un extraordinario lector, o estudioso, en el camino ha ido eliminando unas referencias que le impedían el saber, o las ha olvidado. En los programas de preguntas y respuestas televisivos suelen triunfar memoristas de nivel escolar que son admirados por el gran público y que saben quién descubrió tal cosa y en qué fecha, ignorando lo que tal cosa es en sí; maestros ciegos que enseñan a otros ciegos, a los que hace referencia el Evangelio.

Como dice el Tao Te King 81:

“El sabio no es erudito, el erudito no es sabio”.

– ¿Y esos otros personajes envueltos por halos multicolores y apoltronados en salas domóticas que son el último grito en tecnología?

– Un buen amigo del autor del Diccionario escribió hace años unas palabras lúcidas que se han incorporado en la voz “Nueva Era”, otra de las posibles desviaciones de la auténtica Sabiduría.

NUEVA ERA: “La ‘Nueva Era’ viene presentada de una forma acaramelada, orientalista, llena de músicas suaves y teorías bondadosas que creen que la llegada de la Era de Acuario coincide con el nacimiento de un nuevo paradigma del que ellos son los precursores.

(…) La ‘Nueva Era’ ensambla toda una serie de facetas para explicar al hombre nuevo; Psicología, Ciencia, Espiritualidad, Arte, Filosofía, Biología, Física y otras ramas coinciden para ellos en señalar que emerge una nueva conciencia más allá de los límites científicos, así como transportarían un contenido espiritualizado que contiene las claves del futuro desarrollo del ser humano”.

El autor describe aquí minuciosamente cuáles errores descubre en cada uno de los postulados de la New Age.

Y para terminar:

“Quisiéramos finalmente apuntar que si el eje vertical es sagrado, atemporal, y se preserva a sí mismo, no vamos a ser nosotros los que añadamos o quitemos una sola coma a esta comprensión. Pero sí en el plano horizontal, que aparece hoy tan confundido y separado de la verdadera esencia, bueno sería discernir sobre la naturaleza de estos movimientos que escudados en una supuesta espiritualidad se atreven a formular opiniones sobre lo que desconocen y se aprovechan de la dificultad de las estructuras humanas y sociales de este fin de ciclo para, llenos de orgullo, jugar con todo”. (Antonio Casanovas, Caleidoscopio Cultural, Revista Symbolos 7). 

Y ahora aquí y después allí, en tal o cual entrada, se desenmascaran errores, desviaciones o inversiones que nada tienen que ver con la metafísica y sí con lo religioso, lo psicológico e incluso con aberraciones que tocan lo infrahumano.

– ¡Otra vez usted! (Aparece el personaje anterior) ¿Cómo consiguió pasar a otra?

– No le sé explicar con precisión; se dio, guiado por “un hilo conductor” y “por mi más alta intuición”, y ahora recorro otra terraza de este zigurat que asciende, mientras suelto amarras y aligero carga mental, no vaya a ser que en la pesada del alma, Thot me detenga y no pueda traspasar la última puerta, pequeña, muy pequeña, tanto que se ve reducida a un punto afirmado en el regazo de la Nada ilimitada. El tiempo se acelera y el espacio se comprime. Me voy volando. (Se marcha)

– “Volando voy, volando vengo”. Así se me representa ahora el Diccionario cuando lo abro, como unas ligeras alas cargadas de mensajes que reposan perfectamente amoldadas a mi muslo.

– ¡Tal cual Dioniso se integró al muslo de su padre Zeus! Mira, mira, hasta te refulge como el de Pitágoras, que se dice era de oro. Hablando de dioses, ¿tú entiendes todas estas genealogías que aparecen en muchas páginas donde madres vírgenes engendran hijos que luego serán sus parejas con las que tendrán descendientes que se unirán a sus hermanos, o a semidioses, o a humanos produciendo un “surtido” de seres visibles e invisibles que copan cada rincón del universo, saltándose todos ellos sin prejuicios las normas de la razón y del comportamiento decoroso?

– No me vengas con remilgos; yo sólo sé que me interesa ir más allá del aparato moral y de la prisión de la individualidad, pero no a la acera de enfrente para girarme y volver a ver lo visto, sino para saltar el abismo que aparentemente me separa de lo incognoscible; y los dioses nos lo ponen fácil con estos modos de ser y de relacionarse extraños, desconcertantes, incomprensibles por la estrechez racional, pero religados entre sí por un fino alambre que pende del Origen, y que va iluminando el intelecto, atrayéndolo hacia lo Incognoscible. El relato mítico fluye suelto y desenfadado en muchas entradas del diccionario, es más, diría que todo él refresca la memoria viva de un pensamiento unánime –de una manera de conocer y de actuar que intuimos tan cercana a nuestra vida–, que no nos queda otra que optar por él y su verdad y actuarlo.

– Pero ¿cómo se ha podido construir una obra así, teúrgica, que verdaderamente dinamiza el alma y le devuelve su intrepidez potencial, su osadía para romper moldes que se agotan en un plano y se abren en otros, conformados a su vez por módulos análogos, en los que se recrea el Cosmos cada vez de modo más sutil y transparente?

– Tú lo has dicho, porque se fundamenta en la analogía, método para adentrarse en lo esotérico, lo esencial, el núcleo único que da lugar a cualquier desarrollo, que se traducirá en la existencia de una cultura o una civilización, o en la vida de un universo, o un ciclo más pequeño como tu propia vida. Además casi no haría falta mencionar a estas alturas que el escriba de esta obra es un mago que “se mueve libremente por el universo significativo” y lo sabe nombrar y recrear; un inventor que ha extraído todo ese caudal de Sabiduría de su ser más interno, o sea del Sí mismo que anida en el centro de la conciencia y es el origen de la poesis, la cual, nada necesita de inventos egóticos; un poeta, un cantor, un guerrero sin espada que ha hecho de la lengua su arma; un inspirado que se ha dejado arrebatar por la 

INSPIRACION: Movimiento controlado del alma que produce un resultado imprevisto, cuando el autor expresa su propio discurso e igualmente se encuentra tan alejado de él que le cuesta trabajo reconocerse en lo que escribe, ya que sale de lo más profundo, de la concreción de algo por intermedio de las voces divinas, al punto que el propio estudiante cree no controlar lo que dice y se le escapan los últimos sentidos de lo que está diciendo aunque jamás perdiendo la conciencia; nada que ver con la escritura automática. ( Rapto).

En la Antigüedad era habitual invocar a las Musas para que acudiesen a abastecer al iniciado de lo que se ha llamado, se llamaba y se llama inspiración. Aunque hoy se niega de manera radical su existencia, seguramente porque solía provenir de los dioses. Aun cuando ésta toque en el alma del que escribe, que termina aprendiendo de su propia obra. 

– Me da la impresión de que me hablas más de un personaje mítico que de uno de carne y hueso…

– No hay realidad más auténtica que la del mito; pero te aseguro que el escritor está bien vivo, al pie del cañón en su fortín encantado, rodeado de libros y más libros que ha leído y releído, y de hondas mayas y otras piezas de las culturas precolombinas que se distribuyen en un espacio orgánico lo más cercano que conozco a la verdadera idea de un museo, en el que las Musas con nombres indígenas emiten mensajes cifrados a través de jarrones y estatuillas, platos y collares, piedras pulidas en forma de hongos o losas para moler el maíz.

– Pero, ¿dónde vive?

– Fundamentalmente en la isla, (y temporalmente también en Barcelona) junto al inmenso océano, esa bestia acuosa en la que bulle la vida oculta bajo las olas que siempre se detienen en una línea sinuosa sin transgredirla. Aquí, en el filo de este “límite a lo ilimitado” se abre una sencilla puerta de madera entre verdes lechuguillas que se adentra en el hogar, una casa coronada por el arco iris y los demás cuerpos celestes en permanente danza circular, azotada por los convulsos vaivenes de una naturaleza virgen y poderosa. Y en la otra mitad del terreno, un jardín que se ha extraído como si nada de entre la espesa maleza. Un espacio soñado, más armónico y concertado en su aparente reparto azaroso que cualquier belleza imaginada, con unas esculturas vegetales, tan vivas, que adoptan la forma de una serpiente emplumada cuyo tronco repta, se sumerge en la tierra y emerge con fuerza irguiéndose vigorosa hacia el cielo. No falta la ceiba, los crotos y las amandas, y otras plantas y árboles autóctonos que rodean el templo central octogonal, lugar de reposo y pasaje a otros mundos, los que median entre este paraíso terrestre y la Ciudad Celeste, región del pensamiento que es el verdadero hogar de todos los integrantes de la Cadena Aurea, tan presentes en cada estación del Diccionario, tanto los nombrados como los anónimos, los de antes y los de después y los de ahora, reunidos en un cenáculo que en verdad es un estado de la conciencia del que todos participan y que por ser intemporal es siempre ahora.

– ¿No me habías dicho que el autor estaría en Barcelona para presentar el Diccionario?

– Sí, también, en Alibri librería el 26 de abril de 2013 a las siete de la tarde, junto con los colaboradores que han participado en la edición, y rodeado de sus amigos y de todos aquellos interesados en estos temas misteriosos.

– Tomo nota, pero ahora, ¿seguimos visitando entradas, símbolos e imágenes de esta obra que nos dice está inacabada? ¡Es tan bella, y además hace sencillo lo difícil!

– Continúa tú mismo con tu itinerario. Yo me quedo aquí terminando de leer el final de la voz “Soledad”. Pero ten por seguro que nos volveremos a encontrar, quién sabe cuándo y en qué instancia, aunque aquí, en el presente, es innecesario hablar de un futuro tan evanescente como lo es el pasado, pues es bien sabido que sólo el ahora cuenta, como real vivencia de lo simultáneo y de la posibilidad de salir del tiempo y del espacio. Hasta siempre, amigo.

(…) La soledad es un lujo que muy pocos pueden darse, aferrados a su ropa, su cartera, a su careta, y a la imposibilidad de arribar así al Conocimiento. Es más bien un orgullo estar solo, debemos decirnos, ante la sorpresa ajena.

Vivimos sobrellevando un fantasma que hemos engendrado para, en última instancia, negar lo que verdaderamente es, o quiénes somos, en esta comedia cómica llamada vida.

Como en el caso del silencio y el misterio, de la soledad puede afirmarse –como dice el refrán–, que “no hay mal que por bien no venga”.

El ámbito del silencio es tan limpio y puro como un brillante y tan luminoso como él; de la soledad podemos decir lo mismo.

Pero la soledad pura y dura, o sea la soledad por la soledad misma, no lleva a ninguna parte y es tan infecunda como su contraria: la multiplicidad de lo masificado.

Por lo que no tenemos necesariamente que despedir a la familia y hacerles un gesto de adiós a aquellos que amamos y nos necesitan, pues bien nos pueden bastar nuestros estudios, trabajos y meditaciones y la soledad necesaria para llevarlos a cabo y asimismo la percepción de la auténtica soledad, la que llevamos a cuestas de toda la vida y que no nos atrevemos a nombrar por un miedo atroz a que se produzca en nuestra existencia, o nos la reproche vaya a saber qué entidad tan inútil como ilusoria.

Estando solos repetimos la imagen de la Unidad, que no tiene par y que no necesita de nada, salvo de ella misma. Y así actualizamos un gesto ritual primigenio. Silencio Misterio. 

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Aquí termina esta partida, aunque el juego no ha hecho más que comenzar para aquel que cansado de trabajar o de holgazanear, está dispuesto a vivir a fondo el gran match de ser para no ser.