Portada El Libro del Secreto

El Libro del Secreto
de
FEDERICO GONZALEZ FRIAS

Reseñas

1

El secreto, por su naturaleza, nunca podrá ser revelado, si no ya no sería secreto. Por tanto es algo que queda aparte o separado del manoseo del que es susceptible el secretismo, fuente de intrigas, sospechas, posesiones, complicidades, chantajes, traiciones, etc.

Esta obra es el envoltorio del secreto, toda ella lo sugiere, lo insinúa y va creando una atmósfera protectora que a la vez expulsa los prejuicios que nunca dejarían reconocerlo. De la mano de Caín Negrín y su relato-testamento se penetra en unos espacios al margen del transcurso horizontal de la existencia, aunque también este recorrido se incorpora. Unos ámbitos extraordinarios, o sea fuera de lo ordinario, marcados por ese momento en el que el protagonista y su mujer, judíos que viven en Buenos Aires, se topan con las dos muñecas, en adelante hijas de la pareja estéril.

Tres cuestiones, entre muchas otras, están muy presentes en esta novela: lo esotérico como marginal respecto de la visión desacralizada imperante en el mundo moderno, la filiación intelectual de los nacidos a este punto de vista interior y la creación del golem.

Negrín y su mujer Raquel viven con sus trajines, negocios, familia carnal, aficiones, gustos, manías, viajes, obsesiones, plenitudes y carencias, etc., ante lo cual se sienten cada vez más extraños o desidentificados, coexistiendo con una realidad oculta, interior, al margen de lo lineal y anecdótico; una realidad que va de la mano de la vía simbólica y de las diferentes modalidades de vivenciarla siempre signadas por el rito, la cual se inicia con la llegada al hogar de las dos "niñas", hecho asombroso que los hará salir de la horizontalidad, del "gheto mental" en el que podrían haber quedado atrapados –según nos dice el autor–, y viajar desde entonces por un eje vertical que ora los eleva a la cúspide de la intelección, ora los precipita a los más bajos fondos del inframundo, pero en todo caso un eje que atraviesa todos los estados del ser, conectando en simultaneidad el devenir con la inmutabilidad de donde surge el orden cósmico y en el que queda reabsorbido. Esas "criaturas" se convierten en el centro de sus existencias, todo gira en torno a ellas, pero ¿quiénes son en verdad, cómo se animaron, cuál su procedencia? ¿Qué semilla las fecundó y cuál la matriz que las gestó y alumbró?

Como las antiguas estatuas egipcias a las que se insuflaba hálito vital o el golem de los cabalistas, estas entidades nada tienen que ver con la literalidad actual de la clonación humana, casi mecánica y muy espantosa. Son aquéllas en verdad creaciones intelectuales, simbólicas, que actualizan en la conciencia del mago u operante el poder generador de la Palabra, la que combinando, permutando y conjugando sus sonidos o grafías, nombra o alienta todo lo inteligible.

Los protagonistas de la novela se abren al poder fecundador y generador del lenguaje, aprenden y descifran sus claves simbólicas, los signos de reconocimiento, con lo cual acceden a otros estados de la conciencia simbolizados por esos seres extraordinarios, luminosos, que son "las niñas", a través de los cuales quedan vinculados a la cadena de voz que nunca ha dejado de proferirse y renovarse; cadena de testificación de la doctrina a la que se suman y difunden, la que simultáneamente les señala su ascendencia o filiación más que humana, como hijos de la Luz. Pero no de la luz material, sino de la Luz que es símbolo del Principio inmanifestado, que a su vez es la determinación en un punto virtual de todas las posibilidades de ser en el seno del no ser infinito, el único y verdadero secreto, que nunca podrá proferirse pues nombrar es limitar.

Esta novela pone cercos a lo Innombrable –cual los círculos concéntricos alrededor de un centro–, no con el fin de atraparlo o reducirlo a la suma indefinida de nombres o "anillos", sino para que atravesándolos todos por ese centro se salga o se entre a un ámbito de la conciencia libre de cualquier limitación.

Mireia Valls