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Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos
de
FEDERICO GONZALEZ FRIAS

LA CORONACIÓN DE UNA OBRA
por
Francisco Ariza (cont.)

Cap. XXV de su libro: La Obra de Federico González. Simbolismo,
Literatura, Metafísica
, en prensa

III

Es indudable que este Diccionario corona la obra de nuestro autor. De algún modo toda ella está aquí contenida, pero no sólo como una síntesis de la misma, que por supuesto lo es, sino porque además aborda de modo específico prácticamente todos los temas que ha desarrollado, aun de forma breve, en sus libros anteriores, y hasta escribe sobre aquellos que nunca antes había mencionado y que aquí encuentran su lugar, lo cual añade un interés más a su estudio. Pero incluso los que ya había tratado, en este Diccionario proyectan otras luces, otros conceptos igualmente iluminadores que se complementan con los que ya conocíamos, ampliando así nuestra comprensión de los mismos, nuestra perspectiva sobre las cosas, como es el caso por ejemplo de la entrada “Gravedad (Fuerza de la)”, a la que nuestro autor se ha referido varias veces en distintos lugares; sin ir más lejos en El Simbolismo de la Rueda, y más concretamente en su capítulo VIII. Se hace evidente así, una vez más, la pluralidad de sentidos del símbolo.

Asimismo, ha incluido términos que perfectamente pudieran no estar en un diccionario que trata de la simbólica, pero que sí tiene sentido haberlos incorporado por la conveniencia en conocer y aclarar su significado dentro del contexto de la enseñanza iniciática. Este es el caso de la palabra “moda”, que lejos de ceñirse exclusivamente a cuestiones banales, frívolas y pasajeras, señala por el contrario las tendencias colectivas e individuales que afectan al ser humano en un determinado período histórico y que tocan numerosos aspectos de la vida en distintos órdenes, estando por ello relacionada estrechamente con la cuestión de los ciclos y los ritmos temporales. A propósito de esta palabra leemos:

El fenómeno de la moda que se impone de manera general y en distintas partes del mundo, debe ser estudiado –especialmente por el historiador– con toda seriedad pues va más allá de la ropa, el maquillaje, los tatuajes y los cortes de pelo, con los que habitualmente se lo suele relacionar. En efecto, no sólo toca al gusto, que cambia sin cesar, sino a las ideologías, las creencias, es decir, la actualidad de nuestro planeta y sus alternativas, ya que esta forma cíclica se encuentra vinculada, como se ve, con la propia vida individual, si observamos cómo las enfermedades crónicas también se hallan condicionadas por períodos que la vida determina, así como la forma de curarlas y sus medicamentos. Obedece al cambio como lo único real y a la necesidad de fijarlo para hacerlo inmóvil y por lo tanto creer en él, aferrándose con desesperación y cargándolo de atributos, sin ni siquiera comprender que también está sujeto al devenir, como cualquier otra cosa.

Hemos de decir que nuestro autor ha acertado plenamente incluyendo esos términos17 (que no han hecho otros Diccionarios de símbolos), sugiriéndonos de manera sutil que en realidad todo puede ser considerado desde la perspectiva de la enseñanza iniciática, que es universal y que por lo tanto integra los múltiples puntos de vista en una síntesis totalizadora. Nos hace ver nuevamente que la Ciencia Sagrada tiene como función principal “difundir la luz y reunir lo disperso” partiendo del principio de Unidad que es a su vez el sostén y la “clave de bóveda” de toda la Manifestación, que se resuelve constantemente en el No-Ser metafísico.

Sin embargo, y a pesar de que esté relacionado lógicamente con toda su obra anterior, debemos tomar este Diccionario como lo que es en verdad: un libro nuevo que tiene su propia entidad y estructura. Partiendo, como todas las cosas, de un origen, de una idea-fuerza inicial, se ha ido haciendo a sí mismo desplegando toda la potencialidad contenida en esa idea primigenia, conducido por la magia del Verbo y la inspiración venida de las Musas, hijas de la Memoria. La reminiscencia, o el “recuerdo de sí” en el sentido como lo entiende nuestro autor y el propio Platón explica en su obra, es una constante en este Diccionario, donde precisamente aparece la siguiente cita del maestro griego que está muy relacionada con lo que venimos diciendo, es decir que la memoria:

Es la disposición del alma capaz de conservar la verdad que hay en ella.

Si la presencia de Platón es constante, también lo es la de los neoplatónicos (griegos, romanos, judíos, cristianos) encabezados por Proclo, el eminente recreador de su obra, a través de cuya influencia en Dionisio Areopagita y otros neoplatónicos cristianos la filosofía de Platón desembocó en la Edad Media, resurgiendo nuevamente en el Renacimiento con Marsilio Ficino y la Academia de Florencia. Las numerosas citas que aparecen en el Diccionario de los Diálogos de Platón (fundamentalmente el Fedón, Critias, Timeo, Fedro, Crátilo y El Banquete) constituyen en sí mismas una verdadera guía intelectual, pues además han sido escogidas para formar parte integrante de aquello que nuestro autor está expresando en una determinada entrada, o sea que no sólo afianzan o acompañan lo dicho por él, sino que hay una verdadera conjugación entre ambos, esto es, un pensamiento que brota de la misma fuente, del Mundo Arquetípico e Inteligible, aquel que ha dado lugar a la Filosofía, que tal y como la entendía Platón, y la entiende nuestro autor, es más bien una Teosofía cuya estructura toda tiende a la Metafísica.

Precisamente, en la entrada “Filosofía” nos dice lo siguiente sobre Platón:

Platón, basado en Sócrates y teniendo el fundamento de todo el pensamiento griego, Orfeo, Pitágoras, los presocráticos y estoicos incluidos y tan comprensivo respecto al pensamiento mítico (Hesíodo, Homero, etc.), al que explica y pone en valor, recordando la herencia recibida de Egipto, Mesopotamia, Persia, India y de otras fuentes orientales (incluso nórdicas) –donde se menciona la influencia que han tenido los griegos sobre esas Tradiciones, pero no a la inversa– es el fundador de la filosofía y un renovador y actualizador de la cosmogonía y metafísica de la Antigüedad, es decir, de la Tradición Primordial, y a la vez un autor al que nos conduce cualquier camino, cabo suelto, o tema sobre el que podamos hoy especular, sintetizando en sí todo lo que el término filosofía pueda expresar.

Estas últimas palabras evidencian que nuestro autor conoce muy bien la obra platónica, una obra que en efecto es una emanación de la Tradición Primordial, porque, como se pregunta en la entrada “Escuelas Mistéricas”:

¿quién le enseñó a Sócrates? Ya que los presocráticos no lo hicieron, es la pregunta concreta que se hace todo filósofo.

Es de esta línea de pensamiento que desemboca en Platón (y en Aristóteles) y fluye a lo largo de la metafísica de la Academia de Atenas y del Corpus Hermético, de donde vienen nuestras enseñanzas. Su origen es no humano –como se sabe– y siempre le han sido reveladas al hombre en todo tiempo y lugar.

En efecto, nuestro autor ha sabido adaptar a la mentalidad de nuestro tiempo la obra platónica y las enseñanzas derivadas de la Tradición Hermética y la Cábala, y de todo ello ha surgido una síntesis prodigiosa cuyos antecedentes históricos más próximos podemos encontrarlos entre los sabios, cabalistas y maestros del Renacimiento, cuestión ésta que ya apuntamos especialmente en el capítulo XII. En este sentido, y viéndolo desde la perspectiva de la Historia de las Ideas, o de la Ideas en la Historia, su obra es heredera directa de toda esa corriente que ha conformado a Occidente desde sus orígenes, llegando así hasta nuestros días, y en la medida en que la comprendamos y asimilemos –en el grado que esto sea–, podemos considerarnos también partícipes de esa herencia.

… La integración de un ser cualquiera en todo tiempo y lugar a esta cadena es una posibilidad que puede dársenos sin ninguna otra condición que el amor al Conocimiento, para algunos una verdadera necesidad. Oportunidad que al comienzo del proceso no se puede creer por su magnitud y generosidad pero que puede hacerse nuestra y en nosotros pese a su inmensa grandeza y su cabalidad.

Lo curioso, es que no es por esmerarnos que podemos transitar el mismo camino que Dante y Virgilio o Platón y su Academia, que hasta el día de hoy funcionan en el jardín de la mente, siguiendo las directrices del Colegio Invisible, tal cual los integrantes de aquella Academia que desde el siglo IV a. C. hasta el V d. C. siguieron el pensamiento siempre vivo de Sócrates, culminando con el neoplatonismo y Proclo (que también se decía hijo de Hermes). Es pues la gracia y no los trabajos afanosos del hombre, o sea, los nuestros, la que nos llevará al Conocimiento, pues la puerta está siempre abierta para ser transitada por todos aquellos que hayan sido llamados para ello.18


NOTAS

17 Además de moda, y también erudición, podemos señalar la ya nombrada utilidad, o charlatán, felicidad, surtido, sofista, testimonio... En la entrada Sofista, por ejemplo, leemos: “El exceso de razón discursiva puede llevar a esta forma de ver que no tiene ningún respeto por la verdad y la sustituye por una serie de trucos y chisporroteos que se suponen elegantes considerando cualquier cosa e igualmente la contraria sin que les importe un bledo. A veces uno se pregunta cómo puede haber gente así y por qué motivo algunas personas valorizan estas frivolidades dialécticas a menos que les reporten ventajas varias de modo inmediato e ínfimo. Ya Sócrates y Platón los menospreciaban aunque aparecen en sus diálogos, siempre alegando erróneamente”.

18 “Cadena Áurea”.